La globalización, en la que México ha sido pionero entre los mercados emergentes, ha sido un factor de estabilidad mundial durante los últimos años. Entendida como una eliminación de barreras ideológicas y geográficas que propicia el intercambio no solo de bienes y servicios, sino también de ideas, personas, información y capital, la globalización ha desalentado —desde el fin de la Segunda Guerra Mundial— nuevos conflictos a gran escala. Además, ha contribuido al aumento del pib per cápita global y a la reducción de la pobreza.
Timothy Heyman, presidente de Franklin Templeton Servicios de Asesoría México, atribuye este proceso a la tecnología. “Esta —explica— propicia el crecimiento económico. En las últimas décadas, los dispositivos inteligentes y las telecomunicaciones han derrumbado grandes barreras geográficas. El avance de estas tecnologías contribuyó a la caída de regímenes comunistas y socialistas, socavando el proteccionismo y abriendo economías.”
Como beneficiario de la globalización, México cuenta 12 tratados de libre comercio que abarcan 49 países. Los más importantes son el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el Tratado de Libre Comercio México-Unión Europea (TLCUEM). La cercanía con Estados Unidos, los bajos costos de producción y la infraestructura nos han hecho líderes en producción automotriz, electrónica y otras manufacturas.
En México no hay un rechazo generalizado del libre comercio ni de la migración. Sin embargo, sí hay indignación por la desigualdad y la corrupción, y se acumula el resentimiento contra los políticos, explica el experto. Como en otros países —y particularmente en Estados Unidos, con la campaña de Trump y su llegada a la presidencia—, los populistas comienzan a atribuir todos los problemas a la globalización y asumen posturas contrarias a la migración y el libre comercio. Lo mismo sucede con el fenómeno del Brexit en Europa, donde algunos atribuyen los problemas a la migración.